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| La humanidad precisa conocer la ciencia para otorgar verdadero sentido social a sus producciones. Imagen tomada de http://www.flickr.com/photos/nopiedra/2478482398/ |
Desde la perspectiva de Manuel Calvo Hernando, el padre del Periodismo Científico iberoamericano, la Comunicación Científica Pública,
…abarca un conjunto de actividades de comunicación que tienen contenidos científicos divulgadores y destinados al público no especialista, sin limitarse a los medios informativos. La CCP utiliza técnicas de la publicidad, el espectáculo, las relaciones públicas, la divulgación tradicional, el periodismo, la enseñanza y otras. En cambio, excluye de su campo, como es lógico, la comunicación entre especialistas y la enseñanza. (Calvo, 1997, 23).
Casi una década después, expone la siguiente definición para la misma categoría, así dice:
Por CPCT se entiende hoy cualquier sistema susceptible de ser vehículo de comunicación científica para la gente común. La comunicación pública de la ciencia se propone provocar una apropiación cultural de contenidos científicos. Cada país, cada cultura, tiene que desarrollar sus propias vías y modos de acción cultural específica, aunque pueda inspirarse en lo hecho fuera. (Calvo, 2006, 38).
En este orden de ideas, vale pensar en la bidireccionalidad -y quizás hasta multidireccionalidad- del acto comunicativo per se, que busca efectividad en la Comprensión Pública de la Ciencia, cuyos “programas y políticas” rescata Calvo (2006, 58), de las conclusiones del coloquio internacional “Quand la science se fair culture” celebrado en Montreal en el año 1994. Pervive en esta idea, la priorización del comportamiento del receptor comunicativo, su reacción, interiorización y adopción de la información divulgada. En la misma reunión se develó una preocupación de naturaleza eminentemente cultural, frente a la que se actúa con la intención de divulgar el potencial científico y tecnológico del continente europeo a la par de arreciar valores de identidad nacional.
En la V Conferencia de la Red de Comunicación Pública sobre Ciencia y Tecnología, celebrada en Alemania en 1998, se dijo:
Aunque nos parece suponer lo contrario, los periodistas científicos sabemos muy poco de nuestros públicos y abrigamos muchas ideas falsas sobre ellos, especialmente sobre su capacidad de comprensión de la ciencia y sobre la amplitud de sus intereses, (…) parece imponerse el diseño de un proyecto de gran envergadura, que tenga en cuenta todos los elementos de la cadena de divulgación: científicos, educadores, comunicadores, medios informativos, instrumentos y sistemas de comunicación científica pública. Y todo ello con un objetivo: reducir la distancia entre los creadores del conocimiento y el público usuario de tal conocimiento. (Calvo, 1999).
Pierre Fayard establece en su Punto de vista estratégico sobre la Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología publicado en el 2003, un abanico de componentes sobre su propio objeto histórico-político, permitiendo entender las interfaces capaces de generarse, gracias a los roces de contacto, entre el conocimiento científico y el público en general. Así dice:
En primer lugar, el político. Dado que la producción del conocimiento especializado (esto es, científico) requiere una organización específica (lenguaje, instituciones, formas de verificación...) que aísla el mundo de la producción científica de la comunidad como un todo, el (sic) PCST pretende reconstruir la comunidad recreando enlaces entre la ciencia y la sociedad. El segundo componente es cognitivo. En lugar de compartir conocimiento especializado, las adaptaciones que usan herramientas y mecanismos de comunicación están preparadas para llegar a las personas no especializadas de forma que las comprendan. El tercero podría llamarse creativo y lucha por estimular la inteligencia y capacidad de las audiencias no especializadas, permitiendo que usen y adapten también este conocimiento a su vida cotidiana. (Fayard, 2003).
Desde tales puntos de vista, resulta imperiosa la necesidad, por parte del público lego en general, de interiorizar nociones básicas del mundo científico -y la consecuente familiarización con sus dinámicas y evoluciones, las cuales, de manera directa o indirecta, afectan su vulnerable condición humana-.
Bien lo afirma el periodista español Ángel Rubio, en su artículo Periodismo y divulgación científica: especialización vs. espectáculo: “Para lograr una comunicación científica eficaz es necesario primero eliminar la distancia que separa el conocimiento científico del saber común (…). El periodista científico ha de conseguir establecer esa relación entre una realidad desconocida –el saber científico, y otra conocida –la experiencia cotidiana del gran público”. (Rubio, 2002, 11-13).
Asimismo, atender a estas premisas implica invaluables esfuerzos llegados desde la comprensión del significado holístico de la macroestructura de la Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología. Verbigracia:
El Instituto de Investigación e Información Geocientífica, Mineroambiental y Nuclear de Colombia, Ingeominas, convocó una rueda de prensa en septiembre de 1985. Los expertos discutieron sobre la actividad que presentaba en su interior el volcán Arenas, en la misma montaña donde surge imponente el Nevado del Ruiz. Asistieron pocos periodistas. Al día siguiente, sólo un medio de comunicación relató, en una página escondida, algo de lo que allí se dijo. A las pocas semanas, la noche del 13 de noviembre, el calor del volcán derritió la nieve provocando el desbordamiento de los ríos, que arrasaron con todo lo que encontraron a su paso. La avalancha llegó con toda su fuerza a una población de algo más de 40 000 habitantes, cubriéndola por completo. Era medianoche y fueron pocos los que tuvieron tiempo de refugiarse a mayor altura. Más de 20 000 personas murieron (el 65 % de las muertes ocasionadas ese año por desastres de la naturaleza). Otros 20 000 resultaron heridos. Los titulares de muchos medios nacionales e internacionales narraron el drama. ¿Cómo pudo pasar?, preguntaron los periodistas. «Nosotros lo advertimos», respondieron los investigadores de Ingeominas. (Fog, 2004, 36).
De tal manera, estrechar los espacios cognoscitivos de separación entre las brechas impuestas por la ciudadanía, los agentes de decisión, los científicos y los periodistas, incluso, todos aquellos actores involucrados en la trama del periodismo, ergo divulgación, así Comunicación, resulta una ardua tarea que compete al desarrollo de la Comprensión Pública de la Ciencia, por los caminos entretenidos, formativos e informativos, con mediadores tan idóneos como los periodistas científicos, por ejemplo.
Ya lo advierte Alberto Arruti: “la divulgación de la ciencia presenta dos aspectos diferenciados: uno pedagógico y otro informativo”. (Arruti, 1999, 23). El primero con amplísimos escenarios y herramientas educativas dirigidas a contextualizar la cultura científica ciudadana, y el otro con la clara meta de otorgarle valor agregado a los criterios colectivos.
En fin, “la Comunicación Científica Pública comprende acontecimientos de cualquier tipo que tengan como consecuencia la difusión de la cultura científica”. (Calvo, 2005, 31).
La Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), considera indispensable que el hombre incursione dentro de las sendas de la cultura científica, fundamentándose en necesidades como las siguientes:
· Familiarizarse con el mundo natural y reconocer su diversidad y unidad.
· Entender los conceptos fundamentales y los principios científicos.
· Tener en cuenta que la ciencia, las matemáticas y la tecnología son empresas humanas, lo que implica seguridades y limitaciones.
· Adquirir la capacidad de pensar según lo exige el rigor científico.
· Utilizar el conocimiento científico con propósitos individuales y sociales. (Calvo, 1997, 19).
Sin dejar de incluir la Cultura Tecnológica, que “…si bien en Venezuela se ha generado poco a poco (…) en el aparato productivo, tanto público como privado, que entiende la tecnología como un medio para lograr una mayor competitividad y productividad, todavía subsisten las trabas y complejos que nos han impedido avanzar a la velocidad deseable”. (Moreno, 1994, 58-59).
Fuentes consultadas (según orden de aparición)
-Calvo Hernando, Manuel. (1997). Manual de Periodismo Científico. España: Bosch.
-Calvo Hernando, Manuel. (2006). Arte y ciencia de divulgar el conocimiento. Ecuador: Ciespal.
-Calvo Hernando, Manuel. (1999). El nuevo periodismo de la ciencia. Ciespal.
-Fayard, Pierre. (2003). Punto de vista estratégico sobre la comunicación pública de la ciencia y la tecnología. Quark: Ciencia, medicina, comunicación y cultura. Núm. 28-29.
-Rubio, Ángel. (2002). Periodismo y divulgación científica: especialización vs. espectáculo. En www.ucm.es/info/hcs/angel/articulos/periodismocientifico.pdf Consultado el 10 de junio de 2009.
-Fog, Lisbeth. (2004). Comunicación de la ciencia e inclusión social. En dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=930250 Consultado el 28 de junio de 2009.
-Arruti, Alberto. (1999). Medios audiovisuales y divulgación de la ciencia. Chasqui. Ciespal. Quito, tercer trimestre. Núm. 66. Pág. 23-26.
-Calvo Hernando, Manuel. (2005). Periodismo científico y divulgación de la ciencia. España: Acta.
-Moreno, Luis. (1994). Desarrollo latinoamericano y periodismo científico. En Periodismo científico. Materiales de opinión. (Moreno, Luis, Comp.) Caracas: Lagoven y Circulo de Periodismo Científico de Venezuela.

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